El cuerpo sabe, es honesto, expresa, se comunica.
El cuerpo se expresa a través su forma, su peso, su movimiento, los gestos, la voz. Expresa la calidad del contacto que establecemos con nosotros mismos y con los otros. A través de estas formas de expresión el cuerpo ratifica, acompaña, enfatiza o contradice lo que decimos con palabras (la representación mental).
Cuando las emociones están contextualizadas en el cuerpo, la regulación de las mismas es más beneficiosa para el organismo, que si estamos desconectados del cuerpo. Gracias a la corporalidad, las tensiones y los bloqueos de la expresión emocional se revelan. El cuerpo, merece tanta atención como lo merece nuestro pensamiento y nuestras emociones.
Para conocernos y comprendernos es necesario reconectarnos al cuerpo que somos, observar sus señales, escucharle, sentirle y acompasarnos a su ritmo básico desde la presencia.
Utilizamos el cuerpo desde la confianza como lugar de gestión de lo que nos sucede y para armonizar, sintonizar y equilibrar pensamiento y emoción.