El lenguaje no sólo es descriptivo (nos permite describir lo que ya existe); también nos permite crear una realidad que todavía no existe.
El pensamiento es un proceso cognitivo que nos permite a organizar la realidad que nos rodea, recogiendo y organizando la información que nos llega del exterior y de nuestro mundo interno.
Sin embargo, no es la única vía resolutiva que el ser humano posee.
Existen pensamientos automáticos e irracionales que ocultan, ignoran, disfrazan y se alejan de la realidad. Las distorsiones cognitivas son esquemas que sesgan la realidad objetiva. En ocasiones, sin darnos cuenta, realizamos evaluaciones de situaciones que vivimos que nos llevan a emitir juicios distorsionados sobre las mismas. Estos pensamientos distorsionados generan un impacto en el campo emocional y corporal.
Conocer cómo pensamos, que lenguaje utilizamos con nosotros mismos y con los otros, nos permite darnos cuenta de los sesgos y las distorsiones recurrentes, y nos abre la posibilidad de desarrollar pensamientos más objetivos acorde a la realidad percibida.
Observar cómo nos hablamos a nosotros mismos, cómo hablamos de los demás, qué lenguaje utilizamos cuando nos comunicamos… nos permite la oportunidad de aprender a generar un lenguaje responsable, un diálogo interno amable, dejando atrás el victimismo, la crítica destructiva y la observación pasiva que nos coloca “fuera” del campo de posibilidades de acción resolutiva y creativa.